lunes, 21 de enero de 2013

De la A a la Z. La letra G

Seguimos con nuestro periplo a lo largo del abecedario. En este caso, la letra G entra en acción. La compañera Mar Gómez nos presenta su visión lingüistica de la letra G. Espero que os guste tanto o más como a nosotros nos ha llamado la atención


En aquel tiempo, el mundo lingüístico lo poblaban, únicamente, cinco letras: A, E, I, O, U. En este mundo, la belleza extrema aparecía representada por la letra O, tan viril y masculina y de tanta perfección física que nadie podía adivinar dónde estaba su inicio y dónde su fin. Precisamente, la exactitud proporcional que la caracterizaba hacía que fuese una letra cerrada en sí misma, que no se abriese a las demás y que se considerara autosuficiente y sobrada ante cualquier dificultad.

No obstante, la A conquistó el corazón tan sumamente engreído de la O y, tras contraer matrimonio, se quedó embarazada. El nacimiento fue seguido con expectación por parte de todas las letras que hacían apuestas sobre a quién se parecería el descendiente deseando que heredase el físico de su padre y la personalidad de la madre, caracterizada, sobre todo, por su capacidad para llevar la iniciativa (de hecho se presentaba, siempre, la primera cuando eran aclamadas las letras para establecer un orden).

Sin embargo, todos quedaron defraudados cuando vieron la criatura puesto que, aunque muy saludable y simpática, su aspecto físico no se correspondía con la aclamada belleza del padre, antes bien, su perfección circular se veía trabada por una pequeña ruptura que hacía que una de sus extremidades, atrofiada, quedara siempre pegada a su corazón. Había nacido la G.

Esta letra creció feliz, aunque nunca obtuvo el cariño de su padre, decepcionado desde el día de su nacimiento por no ver perpetuada la hermosura y perfección de su apariencia; por lo que, un día, la G decidió partir hacia otro mundo donde pudiera sentirse más acogida, comprendida y, sobre todo, donde fuera posible hacer realidad su sueño: ayudar a los demás y hacerles, en la medida de lo posible, la vida más fácil.

Y, por fin, puedo hallar ese lugar y encontró su sitio entre dos entrañables amigas: la F (que, por una malformación, no contaba con las tres patitas de la E, su madre) y la H (la pobre, muda, pero tan dulce y agradable que siempre sonreía aún cuando las situaciones se tornaban adversas).

Feliz por verse realizada ante una realidad que no menospreciaba a nadie por sus defectos y donde primaba la felicidad, la aceptación y la compenetración, la letra G era la primera que se presentaba cuando el resto de las letras requerían de su ayuda y siempre acompañaba su entrega con su agradable presencia, señalando con su mano hacia su corazón. Todos la reconocían y apreciaban, incluida la LL que, debido a su tartamudez (es por eso por lo que se representa doble), hizo que, gracias a su modo de llamarla, se formara la onomatopeya que reproduce el sonido de la risa: G (e) G (e).

Fue de este modo cómo surgieron dos palabras que siempre vivieron muy unidas a la G y que dieron testimonio del buen hacer de esta letra. Se trata de dos palabras que, en correspondencia con su recuerdo, aún hoy nos alegran el día cuando somos sus emisores o, mejor aún, sus receptores. Estas dos palabras son: Generosidad y Gracias.




Pues eso, Gracias por tu generosidad y su buen hacer con las letras

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