lunes, 10 de febrero de 2014

De la A a la Z. Con Ñ de Niñez

Llega el turno de la letra Ñ. José Manuel , de 1º de bachillerato, se ha decidido a hablarnos de la niñez.

 Un gran escrito, verdad ?


CON Ñ DE NIÑEZ.

¿Quién nos iba a decir que el deseo que todos ansiábamos cuando éramos pequeños se haría realidad para nuestra desgracia? Si hubiéramos sabido todo lo que conllevaba dejar de ser pequeños, ¿habríamos seguido queriendo hacernos mayores? Sinceramente, lo dudo mucho.
La niñez era la etapa en la que todos y cada uno de nosotros aún conservábamos aquella inocencia e ingenuidad que nos permitía vivir en la más absoluta ignorancia, lo cual nos hacía felices. ¡Qué bien se dormía por las noches! ¿Verdad? Sin calentamientos ni comeduras de cabeza, sin facturas que pagar, sin trabajos que entregar, sin exámenes que estudiar, sin problemas amorosos que nos mantuvieran en vela toda la noche… De lo único de lo que nos teníamos que preocupar era de meternos en la camita, cerrar los ojos y caer prendidos en las redes del dios Hipnos, y a veces ni siquiera eso. ¿Qué fue de aquellas mágicas teletransportaciones del sofá a la cama?, ¿Qué fue de aquellos besos de buenas noches de papá y mamá acompañados con seguidos arropamientos?
Todo de niños era mejor, quizá porque sabíamos valorar más los pequeños detalles, quizá porque con poco éramos felices, quizá porque nuestra imaginación era ilimitada o quizá porque vivíamos con la ilusión de aprender más cosas sobre el mundo que nos rodeaba.
Todos los días había un motivo por el que sonreír, no veíamos el colegio como una cárcel en la que debíamos cumplir una condena diaria de seis horas sino como una oportunidad para socializarnos y estar con nuestros amigos, y es que, todos éramos amigos de todos. No nos fijábamos en la apariencia, raza o sexo, ya que todos formábamos un gran equipo donde el compañerismo, la cooperación y pasárselo bien era lo primordial. No había envidias, ni recriminaciones, ni muchísimo menos la maldad y el afán por fastidiar a los demás que se puede encontrar en la sociedad adulta. ¿Dónde quedaron aquellas tardes interminables en el parque?, ¿Dónde quedaron aquellas canciones, películas y libros con los que torturábamos a nuestros padres obligándoles a reproducirlos en bucle durante semanas y semanas una y otra vez?, ¿Dónde quedaron aquellas Navidades repletas de ilusión?, ¿Dónde quedó la época en la que todos nuestros seres queridos estaban con nosotros y no añorábamos a nadie?, ¿Dónde quedó nuestra fascinación y asombro ante el hecho más insignificante que jamás haya podido existir en la faz de la Tierra?
Ya es tarde para lamentarse de lo que no pudimos hacer en aquel momento, no todos podemos ser Peter Pan. Es cierto que desde entonces, nuestras responsabilidades y preocupaciones no han hecho más que multiplicarse, sin embargo, no por ello debemos dejar de ser felices, no por ello debemos dejar de ser niños.
Por muchas dificultades que podamos estar atravesando, nuestra felicidad nunca ha de ser el precio a pagar, y para ello tenemos que mantener vivo al niño que llevamos dentro, viendo así la parte buena de las cosas. Aunque hayamos crecido, algunos más que otros todo sea dicho, nunca hay que dejar de ser niños. Seguimos siendo niños cada vez que comemos nuestra comida favorita, somos niños cada vez que aprendemos algo nuevo, somos niños cada vez que vamos a la playa y no dudamos un instante en echar a nadar o construir nuestra fortaleza particular a base de arena y somos niños cada vez que pensamos sobre el futuro. En definitiva, somos niños cada vez que soñamos. No consientas que nadie te haga desdichado, ni que nadie te ponga límites y te corte las alas. Piensa como lo haría un niño, piensa que nada es imposible, que no hay nada que no puedas hacer. Piensa que si fuiste feliz una vez, puedes volver a serlo.



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